viernes, 9 de mayo de 2008

Tropecé de nuevo, ¿con la misma piedra?



- ¿Sabes qué?, mejor no Mateo

Con esa sentencia "M" echaba por los suelos toda la ilusión de mis 16 años. La había conocido 4 años antes, cuando me aventuré como todo niño recién llegado al barrio, a conocer nuevos amigos. Ella, radiante en esa tarde de verano, con su vestido amarillo y ese lazo blanco inolvidable en el cabello, saltaba la soga alegremente con su hermana y otra niña y se veía deslumbrante con ese sol de atardecer cayéndole en declive.

Gracias a mi timidez perniciosa, me hice rápidamente amigo de sus hermanos antes que de ella. Cada vez que salíamos a jugar y a corretear por el barrio, me quedaba corto cuando en las chapadas (las inocentes infantiles) o en las escondidas me tocaba acercarme a ella, y siempre que la veía no podía evitar quedarme mirándola y sonreír embobado.

Pasaron los años y la adolescencia llegó, junto con el desorden de hormonas y los primeros enamoramientos. En esos tiempos ya los juegos infantiles habían sido desplazados por unos más avezados como la botella borracha, o las verdaderas chapadas, así como las primeras fiestas, el gusto por la música y las salidas con amigos. Recuerdo que mi vecina del costado de mi casa organizó una fiesta de disfraces por Halloween, al que asistimos todos los del barrio. "M" estaba deslumbrante ese día con un disfraz de maja española, y yo bien al jean, la camisa a cuadros y dos revólveres de plástico, como un Clin Eastwood puberino. Harta música de finales de los ochenta, luces psicodélica y subrepticios tragos que no sé como llegaron a esa casa, cuya dueña era más bien chapada a la antigua.

El baile iba en su apogeo, y yo aproveché, venciendo mi obstinada timidez, en sacarla a bailar, ella aceptó y casi no nos despegamos el resto de la fiesta. Ya de noche la acompañé a su casa que quedaba sólo al cruzar la calle, y antes que nos despidiéramos, aproveché el momento a solas para decirle todo lo que estaba guardando desde el día que la conocí: lo mucho que me gustaba. Con un temblor delator de piernas y el corazón casi desborbado le dije:

¿Quieres ser mi enamorada?


Lo que contestó, como se imaginarán, fue la primera línea de este post.

Pues bien, luego de esta fulminante choteada, me alejé un poco de "M", buscando en otros barrios o en amigos del colegio, quizá la enamorada que siempre quise, o quizá también, olvidar el desplante y el dolor del corazón roto. Mi vida cambió, de algún modo, vino la juventud, conocer gente nueva y el discurrir normal de la pre, la universidad y todo lo que se suele vivir en los veinte años.

Siempre tuve a "M" como posibilidad, es decir, pese a estar con pareja, en los diversos momentos de mi vida amorosa, siempre estuve pendiente de ella, y traté de estar enterado de alguna forma de como le iba, y el cómo se encontraba. Puede sonar muy frío esto, o tal vez poco transparente, pero no se trataba de un doble sentimiento, sólo un anhelo no realizado que se mantuvo, a través de tiempo, siempre presente

Volvimos a encontrarnos, cuando en salidas de amigos del barrio coincidimos en discotecas o bares, cruzamos algunas palabras, o algún baile casi desinteresado que obedecía a mi estado sentimental en ese momento por la enamorada de turno. Hasta que un día, hace más o menos dos años, "M" tocó mi puerta.

¿Hola Mateo, oye tienes escáner?

¡Claro que tenía! y si no, ya vería como inventaba uno en ese momento. Ella llevaba unas fotos que quería escanear, postales familiares, y académicas de valor afectivo, que quería inmortalizar, y el apuro se debía a que quería enviarselas a una tía muy insistente en los Estados Unidos. Pues bien, la hice pasar, y sentados en el estudio, mientras escaneaba las fotos, nos pusimos a conversar. No sé bien si esto de las fotos fue quizá una justificación o necesitaba realmente a gritos quien la escuche. "M" estaba pasando por la peor crisis sentimental de su vida: un pata (ni recuerdo el nombre) la había dejado, sin explicaciones y justo cuando ella estaba más enamorada. Fueron, apartir de ese día, muchas sesiones de verdadera terapia que tuvimos, en las que empleé todo los conocimientos que tenía (siempre he sido buen paño de lágrimas, creo) para tratar de que recupere la cofianza y la autoestima, debo decir, siendo un poco infidente que lloró a mares en este hombro que se conmovia inmensamente de verla tan desvalida.

Luego, como siempre, dejamos de vernos. Yo recordaba este episodio con cierta nostalgia y ternura, porque nunca antes habíamos estado tan cerca y a la vez me sentía depositario de su confianza al haberla visto tan desarmada. El reencuentro, se dió hace dos meses, y juro que esto no fue premeditado, era un domingo (aún caluroso) en el que sufría de un gran dolor de cabeza, y salí medio pasmado rumbo a la farmacia de barrio a proveerme de algún potente analgésico. Para esto no sé porque, pero los últimos días previos estuve pensando en ella con insistencia, recordaba momentos de la infancia, mi declaración fracasada, y el episodio de la desilusión, todo esto hizo que de alguna forma pensara en buscarla. Y la ocasión se dió, cuando llegué a la farmacia estaba ella, preguntando por algún medicamento, supongo, nos saludamos, compramos lo que fuimos a buscar y de regreso la acompañé hasta su casa, recuerdo que eran cerca a las 8 de la noche, y nos quedamos conversando en la puerta, como en los tiempos adolescentes, hasta las 11.

Salimos dos veces, la llevé al estreno de la obra de un amigo director de teatro, a comer y otra día al cine, la pasamos muy bien, divertidos, conversando bastante de nosotros de mi vida amorosa, de la suya, de nuestros caracteres, modos de ser, y caímos en la cuenta que habíamos hablado más en estas salidas que en los casi 20 años que nos conocíamos. Descubrí a otro tipo de mujer, pues la idea que había construído por referencias o por lo que observaba, me di cuenta, era equivocada. Y mientras más descubría, mas me gustaba. Puedo decir que me ilusioné, vanamente y sin asidero, como lo sostuve anteriormente, porque fuera de pasar momentos agradables, pues no sentía de parte de ella más que eso.

Luego de las salidas, la llamé por teléfono algunas veces, y siempre fueron largas conversaciones, también intercambio de sms, hasta la última llamada que le hice, hace dos días, cuando una vez más, le insistí para salir.

Oye Mateo, mejor no te acepto salir porque puede que me desanime, además disculpa pero me llaman por el fijo.


A buen entendedor... Nada, supongo que insistí mucho, o se sintió presionada, o se asustó, o simplemente, como en aquel lejano Hallowen de finales de los ochentas... nunca quiso nada conmigo.

martes, 6 de mayo de 2008

¿Dónde se sacan los permisos para volverse a enamorar?



Han pasado ya 8 meses de lo de "A", y si bien es cierto me siento mucho mejor, más centrado y tranquilo, pues aún hay cosas que me mueven, y me terminan incomodando al saber de ella, por supuesto prefiero hacer caso a lo que algunos amigos (sobre todo amigas) llaman el "orgullo de macho herido" y es que al saber algunos de sus planes, o enterarme de su propia boca de la vida en común que lleva con su novio "el más lindo del mundo", pues originan una cierta molestia que podríamos denominar como ¿"pica"?

Sobre todo al notar entre las últimas visitas a mi perfil del Hi5 que fue ella, la que hace dos días se dió una vuelta por ahí, pese a mis auto-advertencias de no visitar el suyo entré, y hubo algo que me encolerizó, no tanto por la escena en sí, pero sí por un objeto en particular. La postal: "A" y su novio en campamento de Semana Santa dentro de una carpa, echados sonrientes en... MI COLCHÓN INFLABLE!!! digo, ¿por qué no compra uno el pata ese? No cuestan mucho. En fin! la verdad, preferí hacerme de la vista gorda y no comentar absolutamente nada de esta molestia, que al fin y al cabo, es bastante estúpida.

Hace una semana, una amiga psicóloga me decía lo importante que era el ilusionarse para un ser humano, sobre todo después de haber tenido una pérdida o un desengaño. Sorprendentemente este hecho para ella demostraba la recuperación de la confianza, que era la base de una buena reestructuración emocional. Por otro lado "C" (hemos recuperado nuestra amistad y está mucho más fuerte ahora) me decía que la capacidad de ilusionarse era innata al ser humano, que para eso estábamos en este mundo.

He estado cuestionándome bastante estas últimas semanas sobre una emoción creciente que se ha convertido poco a poco en ilusión, y la verdad creo que no tiene mucho asidero para serlo, pero está ahí, palpitante y presente. Y es que estando, a relativamente, poco tiempo de haber terminado con "A" dudaba de estar listo para iniciar una nueva relación con alguien, ¿es poco tiempo?, ¿es el tiempo justo?, ¿es así como se maneja "el luto" del que tanto hablan los psicoanalistas? Pues dudaba y he ahí mis cuestionamientos.

Creo que básicamente el que tenga que preguntarme que tan bien o mal esté el estar ilusionado nuevamente, viene de ciertos hechos y actitudes como los descritos en los primeros párrafos. Estoy lo bastante alejado ahora de "A" (años luz como me gusta decir) como para estar lo suficientemente tranquilo, nada voluble, y en mis cabales, y la verdad me siento, como que muy en buena onda con esta nueva etapa. Pero, como lo dije antes, desconozco a fondo qué asidero pueda tener esta ilusión. Es decir, esta chica en particular, es bien, bien especial.

¿Cómo lo descubrí? Pues cuando me di cuenta que ella era la primera persona en quien pensaba al levantarme y la última cuando estaba por dormir. Y si puedo ser aún más sincero, diré que es mostro estar solo (te encuentras contigo mismo, lo que es sano) pero habían noches y domingos por la tarde que se me hacían eternos y muy solitarios. ¿Me ilusiono por no querer seguir solo?, la verdad lo dudo, porque en este caso, tratándose de ella, y el como llegamos a encontrarnos, pues no.

Vuelvo a mi amiga psicóloga, cuyo parecer es que realmente todos estos cuestionamientos no tienen validez, porque me ve bien encaminado, con muchas cosas superadas, además ve en esta chica (la conoce) un tipo que nunca me llamó la atención, y por lo mismo lo ve muy saludable, y ventajoso para mi, digamos como un "cambio de aires". Creo que está bien ilusionarme en suma, por todo lo antes expuesto, pero especialmente porque no existe en este mundo la dependencia donde se tenga que sacar el permiso para volverse a enamorar.

Canción para volver a ilusionarse, o en todo caso una declaración directa, para ella.

jueves, 24 de abril de 2008

Las "Murieles" de Mateo


Muchos se preguntarán porque utilizo al entrañable Felipe de las tiras de Mafalda para ilustrar algunos posts, pues la explicación es muy simple, es el personaje con el cual me siento harto identificado, no sólo por su, a veces, extremada inocencia, sino también por su caracter dudoso y con muchos complejos, además porque los estudios siempre me aterraron, durante mi infancia temía el colegio y evité muchas veces (con mil excusas) asistir. A la vez gusto de los comics, y hasta son fan del Llanero Solitario. Pero sobre todo, porque yo también, como él, tuve una Muriel, o bueno, varias.

Cuarto de primaria, "S" era mi compañera de carpeta, una niña linda de preciosos ojos marrones. Cuando uno tiene 8 años, pues es más fácil interactuar con las mujeres, así que con ella hablabamos bastante, y como siempre he sido de corazón fácil pues no tardó mucho en molestarme que jugara con otros niños, o que, aduciendo problemas de visión, se cambiara de sitio, supongo porque se aburrió de la perorata de este niño engreído y pesado.

Pues, un día que salíamos del colegio, la seguí de cerca (recuerden que ya no jugaba ni hablaba conmigo) para decirle que me molestaba su indiferencia (supongo que en idioma infantil significa el porque ya no se juntaba conmigo). Ella caminaba presurosa de la mano de su hermana, calles, avenidas, parques, hasta que...caí en la cuenta de que no sabía donde estaba parado, ¡tenía ocho años! y nunca me había aventurado a ir tan lejos de mi barrio, tan era así que el colegio quedaba al frente de mi casa y yo estaba ya bien perdido. La angustia se apoderó de mi, miré a todos lados, se me hizo un nudo en la garganta y comencé a llorar. No sé cuanto tiempo estuve allí, sentado solo, sobre la vereda de esa calle desconocida, hasta que por esos artilugios que tiene el destino "S" pasó por ahí

- ¿Qué haces aquí?
- Me perdí, contesté
- Vamos, te llevo a tu casa

Y de la mano, me llevó muchas cuadras delante, hasta la misma puerta de mi casa, donde mi madre me esperaba muy preocupada. Durante el camino no le pude decir nada, sólamente gocé (si se puede sentir eso a esa edad) de su compañía. A la semana siguiente los padres de "S" viajaron a provincia y tuvo que mudarse. Hoy, 25 años después, no sé nada de ella.

"J" era la primera de la clase, a la vez la más bonita en ese sexto grado. Sobrina de un reconocido novelista nacional, esta niña no podía pasar desapercibida. ¿Les conté alguna vez que soy extremadamente tímido?. Bueno si lo sigo siendo a los más de treinta, a mis 10 años lo era aún más. ¿Qué era lo que más me gustaba hacer en esos años? Quedarme mirando embobado a "J", y era cierto, lo hacía por horas, en plena clase.

Mi mayor audacia fue pedirle prestado su borrador, la única vez (no recuerdo la razón) que nos sentaron en la misma carpeta. Ese día fui inmensamente feliz, pese a que sólo pude decirle en toda la mañana cuatro palabras: "¿Me prestas tu borrador?". Claro que lo que nunca olvidaré fue su amplia sonrisa de respuesta, ¿o qué esperaban? ¿que me hablara? ¡Ja! Por supuesto que con su sonrisa quedé tranquilo, pues me regodeé repitiéndome mil veces ¡"J" me sonrió! Sólo estuvo en mi colegio durante el sexto grado, luego se cambió a otro. Hoy googleé su nombre y sólo encontré que firmó, el año pasado, un pronunciamiento en defensa de Cándamo.

Primer año de secundaria, "E" era una de las niñas más aplicadas del salón, y una de las más bonitas también. Estudiamos en la misma sección hasta el segundo año, que la pasaron al "B" mientras yo permanecí en la "A". Felizmente la seguí frecuentando porque era muy cercana de mi mejor amiga, y muchas veces salimos juntos.

Una vez, ya en tercer año, fuimos al "Play Land Park" que en esos años era otra cosa. Había un juego en especial "el Tobogán", que era un carrito para tres personas que subia una cuesta muy empinada y una vez arriba bajaba a toda velocidad dando vueltas alrededor de un tubo, osea, full adrenalina para mis 13 años. En ese carrito nos sentamos: nuestra amiga, "E" y yo. En medio de los gritos y la emoción, no sé de donde, saqué el valor para pedirle un beso (a "E" por supuesto) ella se puso roja, y sólamente tuvo tiempo de mover negativamente su linda cabeza antes de que la fuerza centrífuga nos tragara.

Luego, en quinto año "E" estuvo con un amigo mío, lo que desbarató todas mis ilusiones. En la fiesta de prom se le veía radiante y más bonita aún y yo no dejé de mirarla toda la noche; pero nunca me atreví a sacarla a bailar porque habría despertado quizá la incomodidad de su pareja. La oportunidad se dió al año siguiente de egresar del colegio, hubo un reencuentro justo en casa de esta amiga común, y pude al fin cumplir uno de mis anhelos con ella, bailar una balada, muy juntos...



"E" está casada hoy, espera su segundo hijo, y está bastante cambiada. El año pasado tuvimos un reencuentro de prom, luego de años de no vernos. Ella y yo terminamos hablando largo y tendido, como nunca antes lo habíamos hecho. Quizá por lo agradable del momento opté por contarle mis anhelos de adolescente, ella se sorprendió mucho y hasta me confesó que siempre le parecí un "chico muy interesante", y selló la noche con un:

¿Por qué no me lo dijiste antes?

PS: Pierre, ¡gracias por el escaneo!

domingo, 20 de abril de 2008

La vida continúa....



Así es queridos blogleyentes, lo de "C" nunca pudo ser, ni será; pero lo que me anima y de algún modo me consuela es que estamos volviendo a ser amigos, y estoy recuperando a la vez su confianza. Sólo me queda eso, pero a decir verdad, ya me siento mucho mejor.

Pensé postear antes, pero esperé justo hasta estos momentos es que ando mejor encaminado, y con futuro esperanzador (espero no equivocarme nuevamente).

Y nada, breve post, para decirles, que sigo en la lucha... ¿de qué? Aún no lo sé.

domingo, 30 de marzo de 2008

Una pequeña oración por ti

Acabo de ver esa película, de la que alguna vez nos declaramos admiradores, ¿recuerdas?

La escena más paja,



Y así como George, pese a no ser "apuesto, encantador pero gay" sólo soy tu mejor amigo porque aún lo siento, y al no poder tenerte como quisiera, sólo me queda rezar una pequeña oración por ti:

miércoles, 26 de marzo de 2008



Suena el timbre, salgo corriendo a abrir pensando ilusamente que eres tú. Y cada cosa que hago es mucho más larga aún porque no logro concentrarme, escribo a cada momento, lo que siento, lo que pienso y en cada cosa estás tú.

Pese a mi unívoca e inquebrantable (supuestamente) posición de estar solo, caí rendido, sin pensar, sin preguntarme, sin cuestionarme.

¿Porqué pasó?, ¿cómo fué?, que artera jugada del destino hizo que pases de ser la amiga incondicional a aquella mujer en que pienso y siento?



Tratas de que todo sea normal, es difícil y lo sé, comportarnos como si nada hubiese pasado, tratar de no ahondar en las pocas conversaciones y sobre todo yo, fingiendo que no me duele verte o hablar contigo. Al saber que nada volverá a ser igual me revuelvo en mí y lamento habértelo dicho.

¿Sabes? quizá no me dañara tanto todo esto sino hubieses dicho lo último, esas palabras resuenan hondo, y no me dejan tranquilo,

No tengo nada que pensar, lo siento.

Supongo que lo sientes, pero esas sencillas palabras me devuelven a la realidad, a esa realidad de la que fui testigo en tantas confidencias, de aquellos hombres que sufrieron tu indiferencia, de todos los que también soñaron contigo y te sintieron tan lejana, como yo ahora, a años luz de ti.

Esta iba a ser la primera canción que te hubiese regalado (al compás del piano de Mario en ese bar que tanto nos gusta), igual ya no será lo mismo, así que aquí te la dejo, por si algún día llegas a leer esto.

martes, 25 de marzo de 2008

Me explico....


"C" es mi mejor amiga (aún, creo). La conocí hace un año en un proyecto al que había invitado a participar unos amigos, entre los cuales estaba ella. En ese tiempo ella tenía novio y yo estaba con "A", nos caímos bien desde el primer momento, como se suele decir: "congeniamos", participó activamente en el proyecto y hasta fue mi catalizador en las tirantes relaciones que tuve con algunos miembros del equipo.

"C" y "A" llegaron a congeniar bastante y hasta tuvieron una larga conversación la última vez que "A" estuvo por mi casa por una reunión con el equipo del proyecto. Nunca supe con detalle de que trató la conversación, pero entre lo que pudo traslucir fue que "A" se sentía muy dolida por nuestra separación.

"C" terminó con su novio un mes antes que "A" y yo termináramos, y fue casi por las mismas razones, ya ella me había contado del desinterés que mostraba él y yo argüí que él la estaba perdiendo, que debía de luchar por lo que a uno realmente le interesaba (aún a sabiendas que yo no hice nada por mantener a "A" a mi lado) y que no se sintiera tan mal, porque si no demostraba interés, es porque al fin de cuentas no le convenía una relación de ese tipo. "C" lo tomó a bien, y a partir de esa conversación nuestra relación de amistad se fortaleció, tanto que cuando yo terminé con "A" la primera persona a quien acudí a llorar fue a ella.

Este último verano "C" y yo hemos estado bien cerca, un par de conversaciones via Gtalk por la mañana, intercambio de correos por la tarde, llamadas por teléfono casi todas las noches, (incluyen llamadas de fijo a fijo de 40 minutos a una hora) salidas por lo menos tres veces por semana, cafés, cine, paseos, conversar, y nada! es mostro pasar rato con ella. Me agradaba bastante, me hacía sentir bien y sobre todo notaba que también ella la pasaba mostro.

Con ella aprendí la gran calidez y buena onda que encierran los abrazos, porque así eran nuestros saludos y despedidas, con abrazos, uno de los cuales, justamente, inició esto. Hace mes y medio aproximadamente, luego de una abrazo largo de despedida que termino siendo un tanto incierto, comencé a sentir algo que no esperaba; simplemente pasó, se inflitró entre mis desordenados sentimientos y luchó contra todas mis razones para hacerse un espacio, uno tan grande que caló hondo en mi, uno que terminó subyugándome. A "C" le tenía un cariño especial, como amiga y compañera de desventuras, pero ese cariño se volvió más fuerte aún, y pese a mi intención de no estar con nadie y mucho menos enamorarme, pues caí rendido, nuevamente en este juego incierto. Pero la pregunta venía luego ¿Cómo hago para decírselo? ¿Debería hacerlo?

"C" tiene pretendientes y ella los minimiza escudándose en que por ahora no quiere saber nada con nadie (se supone que igual yo), es de suponer que mi papel como gran amigo y confidente me pone en ventaja ante todos ellos, puesto que yo dispongo de "mucha información" como aseguró ella hace poco. Bueno eso hace tenga una posición ventajosa al momento de decir o dejar de decir, actuar o dejar de actuar, pues bien, el domingo pasado vi la ocasión, en un momento bastante intimista y se lo dije.

Ahora hay silencio, ya no hay charlas largas, ni conversaciones virtuales, ni llamadas de media tarde diciendo "¿vamos al cine en la noche?!!!", ya no escucho su voz a través de mi celular y tampoco veo su tan particular escritura en las ventanas del Messenger, no la veo hace dos días y me parece eterno, extraño su delgada y larga figura, su sonrisa de niña, sus ojos expresivos, su cabello alborotado. su voz pequeña y tranquila diciendome "querido!"

¿Quisiera volver atrás?, ¿a hace dos días?, no lo sé, sabía el riesgo que corría y aún así aposté, lo malo es que aposté una suma muy importante, su amistad integra y valedera, y a la vez mi modo de ver la vida cuando me enamoro: a través de sus ojos.